El sistema político del mundo después del 'Punto X'

El análisis de la crisis global actual muestra que los viejos paradigmas nos están llevando a un punto de no retorno. Pero, ¿y si pudiéramos preparar una ideología nueva y más viable para el mundo futuro? Esta es una tarea de la filosofía práctica y política. No se trata de discusiones abstractas, sino del diseño consciente de los fundamentos éticos y de valores sobre los que podría renacer la sociedad tras una crisis global.
Parte I. El diagnóstico: Cinco tendencias que llevan al mundo al "Punto X"
El estado político actual del mundo puede caracterizarse como un período de profunda transformación y alta turbulencia. La era que siguió a la Guerra Fría, con sus reglas relativamente claras, evidentemente ha terminado. Estamos en proceso de formar un nuevo orden mundial, y sus contornos aún no están claros.
La convergencia de las tendencias actuales crea una imagen compleja y en gran medida sin precedentes de un mundo que se está volviendo más fragmentado, agresivamente competitivo e impredecible. El viejo orden se derrumba más rápido de lo que se crea uno nuevo. Además, no está nada claro sobre qué principios se construirá este mundo futuro. Nos encontramos en un punto de bifurcación, donde dos fuerzas opuestas compiten por definir el futuro: una "Barbarie" metafórica —con su ley del más fuerte y el rechazo a los sistemas complejos— y la "Civilización" —que aspira a un nivel más alto de cooperación y conciencia.
Examinemos cinco vectores clave que nos llevan a este punto crítico.
- La transición de un mundo unipolar a uno multipolar. El dominio incondicional de Estados Unidos está disminuyendo, mientras que nuevos centros de poder emergen en el escenario mundial: China como superpotencia económica y tecnológica, una Rusia más asertiva y un "Sur Global" en fortalecimiento (India, Brasil, BRICS). El mundo se está volviendo más competitivo, con varios "polos" luchando por recursos y esferas de influencia, formando un nuevo y inestable sistema bipolar.
- La erosión de las instituciones globales. Las instituciones creadas después de la Segunda Guerra Mundial para mantener la paz están en crisis. El Consejo de Seguridad de la ONU a menudo está paralizado por el poder de veto, las reglas de la OMC se ignoran en favor de las guerras comerciales y las normas del derecho internacional están cediendo ante el "derecho del más fuerte". El mundo se está volviendo menos predecible.
- La confrontación ideológica y tecnológica. La globalización está dando paso a la fragmentación. La confrontación entre "democracias" y "autocracias" nominales, la lucha por el dominio de tecnologías clave (IA, 5G, semiconductores) y la guerra de la información se han convertido en la nueva norma, creando el riesgo de estándares tecnológicos incompatibles (el "splinternet").
- El aumento de la polarización interna y el populismo. La política exterior de muchos países se está convirtiendo en rehén de sus problemas internos. Las profundas divisiones sociales y el auge del nacionalismo llevan a que los líderes estén más inclinados a tomar medidas arriesgadas en el ámbito internacional para mejorar sus índices de popularidad. Las decisiones se toman cada vez más bajo la presión de intereses a corto plazo.
- La intensificación de los problemas transfronterizos. En el contexto de estos conflictos, se intensifican problemas que requieren la máxima cooperación internacional: el cambio climático, los riesgos de pandemias, las crisis migratorias. Surge una peligrosa paradoja: la necesidad de cooperación alcanza su punto máximo en un momento en que la posibilidad de que se produzca es mínima.
Estas tendencias aumentan inevitablemente el riesgo de un conflicto global. La mayoría de los analistas coinciden en que la probabilidad de una guerra importante en la que participen las principales potencias es ahora mayor que en cualquier otro momento desde la Crisis de los Misiles de Cuba. La cuestión no es la inevitabilidad, sino que el sistema de relaciones internacionales se ha vuelto peligrosamente frágil.
Parte II. Salvaguardias frágiles: Por qué el sentido común no detendrá una guerra
A pesar de los crecientes riesgos, existen poderosos elementos disuasorios: la interdependencia económica, la racionalidad de las élites y, por supuesto, la disuasión nuclear. Sin embargo, la historia nos enseña que la lógica, la economía y el sentido común son barreras frágiles frente a la voluntad política, la ideología y las emociones humanas.
Estos factores se consideran mejor no como una garantía de paz, sino como salvaguardias que podrían retrasar un conflicto hasta el "Punto X", el momento en que el equilibrio cambia y una de las partes llega a la conclusión de que el riesgo de guerra es menor que el precio de la inacción.
- ¿Interdependencia económica? Europa antes de la Primera Guerra Mundial estaba tan integrada económicamente como nosotros hoy. Destacados pensadores argumentaban que una gran guerra era imposible porque sería económicamente suicida. Se equivocaron. El nacionalismo y las ambiciones políticas se impusieron a la racionalidad.
- ¿Racionalidad de las élites? La historia está llena de ejemplos de líderes racionales que tomaron decisiones catastróficas, convirtiéndose en rehenes del "pensamiento de grupo", de información de inteligencia falsa o de su propia propaganda.
- ¿Disuasión nuclear? Este es el único factor cualitativamente nuevo que ha evitado una guerra directa entre superpotencias. El concepto de Destrucción Mutua Asegurada (MAD) hace que una guerra a gran escala no tenga sentido. Pero su debilidad reside en el riesgo de un error de cálculo, un accidente o una escalada incontrolada si una de las partes perdedoras decide utilizar armas nucleares tácticas.
Las armas nucleares añadieron una dosis masiva de miedo a la ecuación, que ha sido la salvaguardia más fiable hasta ahora. Pero el aumento de los riesgos significa que cada vez más escenarios conducen a ese mismo "Punto X", en el que incluso este miedo puede verse superado por otras consideraciones.
Parte III. Civethica: Un sistema operativo para el mundo después del "Punto X"
Si la civilización existente, construida sobre "ideas de lucro y poder", se precipita hacia un punto de no retorno, es poco probable que el movimiento Civethica pueda detener esta locomotora. Su papel hoy no es el de un mecanismo de frenado, sino más bien el de una "cápsula de salvamento" que lleva el código de un nuevo sistema operativo que necesitarán los que sobrevivan.
La civilización como un experimento fallido
Si consideramos nuestra civilización actual como un gran experimento, su diagnóstico, tal y como se establece en el Manifiesto, es sombrío: "El propio hombre se está convirtiendo en una materia prima y ya no es capaz de comprender que se acerca el punto crítico de la existencia de su Hogar". Esto describe un sistema que ha perdido su capacidad de autoconservación. Al igual que los ratones del experimento "Universo 25", se dirige hacia el colapso no por enemigos externos, sino por un agotamiento interno del sentido.
En este contexto, una guerra mundial no es la causa del colapso, sino su síntoma final y más ruidoso. Es la conclusión lógica de un paradigma en el que la competencia sin restricciones se valora por encima de la cooperación, y la parte (una nación, una corporación) se sitúa por encima del todo (el planeta, la biosfera).
Un "firmware" para un mundo nuevo
¿Qué ocurre después del "Punto X"? Si la humanidad no es completamente destruida, los supervivientes se encontrarán entre las ruinas no sólo de las ciudades, sino también de las ideologías. El nacionalismo, el capitalismo depredador, las ambiciones geopolíticas, todo ello quedará desacreditado, ya que fueron estas "ideas de lucro y poder" las que condujeron a la catástrofe.
Surgirá un vacío existencial. En ese momento, se necesitará una nueva idea fundacional. Podría ser el sistema de valores interconectados de Civethica.
¿Por qué sería adecuado?
- Punto de partida: la realidad, no la ideología. El sistema de valores de Civethica no parte de ideas abstractas sobre las naciones o los mercados, sino de hechos fundamentales e indiscutibles: nuestra existencia en el Cosmos, en un Planeta frágil, dentro de una Biosfera dependiente. Este será el "protocolo de capa cero", comprensible para todos los supervivientes.
- Redefinir el papel del ser humano. El Manifiesto afirma que el hombre es un "guardián o un destructor". Después de que el papel de "destructor" conduzca a la catástrofe, el único camino lógico para la supervivencia será el papel de "guardián". La responsabilidad no se convertirá en una elección moral, sino en una condición para la supervivencia.
- Necesidad, no elección. Los principios que hoy parecen idealistas se convertirán en necesidades pragmáticas. La ética será la única forma de restaurar la confianza. El desarrollo consciente de la tecnología se convertirá en algo crítico. Y la Cultura y la Memoria se centrarán en la lección principal: un mundo construido sobre el egoísmo se destruye a sí mismo.
De la "multipolaridad" a la "unipolaridad" de la supervivencia
El Manifiesto afirma: "Aquí sólo puede haber un polo: el cuidado y la protección integrales de nuestro Hogar común". En nuestro mundo actual, esto suena como una llamada a la acción. En un mundo después del "Punto X", se convertirá en una ley de la física. Cuando los recursos son escasos y el entorno es hostil, la competencia tóxica conduce a la extinción garantizada. La única estrategia ganadora pasa a ser la cooperación y la sana competencia dentro de unas normas éticas comunes en aras de la supervivencia.
Conclusión
Así pues, el movimiento Civethica, en su forma actual, no es una fuerza política capaz de evitar la guerra. Es, más bien, una "orden monástica" que, en vísperas de una "edad oscura", se dedica a preservar y sistematizar los conocimientos que serán necesarios para el "Renacimiento" que le seguirá.
Crea un "sistema operativo" para el futuro, basado en la amarga lección de que el camino del egoísmo y la división es un camino hacia la autodestrucción. Y el camino de la coevolución, el cuidado de nuestro Hogar y la preservación de la Vida y la Razón es el único camino que les quedará a quienes sobrevivan al fracaso del viejo mundo. Pero, lo que es más paradójico, hacer valer estos principios también requerirá fuerza, por lo que la confrontación del mundo moderno no termina en el futuro. Simplemente adoptará otras formas.
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